sábado, 20 de noviembre de 2010
Poema
Como párpado inmenso, inmensa nube
que pasa enfrente del sol, ojo gigante
que mira al universo y sube
por una senda azul, siempre triunfante
Y aquella nube que ataja en un momento,
el rayo abrazador que el sol envía
se rompe ante aquel rayo, el firmamento
ábrese entonces y se aclara el día.
Es el error como la nube aquella,
suele ocultar a la verdad que alumbra
mas la verdad lo abate, lo atropella
y aquel se arrastra y la verdad se encuembra.
que pasa enfrente del sol, ojo gigante
que mira al universo y sube
por una senda azul, siempre triunfante
Y aquella nube que ataja en un momento,
el rayo abrazador que el sol envía
se rompe ante aquel rayo, el firmamento
ábrese entonces y se aclara el día.
Es el error como la nube aquella,
suele ocultar a la verdad que alumbra
mas la verdad lo abate, lo atropella
y aquel se arrastra y la verdad se encuembra.
miércoles, 13 de octubre de 2010
Canción de la vida profunda
Hay días en que somos tasn móviles, tan móviles
como las leves briznas al viento y al azahar.
Tal vez bajo otro sielo la gloria nos sonría!
La vida es clara, undívaga y abierta como un mar
Hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles
como en abrile el campo se inflama de pasión.
Bajo el influjo próvido de espirituales lluvias
del alma está brotando florestas de ilusión.
Y hay días en que somos ¡tan plácidos, tan plácidos!
niñéz en el crepúsculo, lagunas de zafir.
Que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza
y hasta las propias penas nos hacen sonreir
Hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos
como la entraña oscura de oscuro pdernal
la noche nos sorprende con sus profusas lámparas
en rútilas monedas, tasando el bien y el mal
Hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres
como en las noches lúgubres, el canto del pinar
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo
¡Y acaso ni Dios mismo, nos pueda consolar!
Hay días en que sómos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer.
tan ceñir un talle y acariciar un seno
la redondez de un fruto, nos vuelve a estremecer
Más, hay también ¡Oh tierra! un día, un día
en que levamos anclas para jamás volver.
Un día en que discurren vientos ineluctabhles,
¡Un día en que ya nadie nos puede detener!
como las leves briznas al viento y al azahar.
Tal vez bajo otro sielo la gloria nos sonría!
La vida es clara, undívaga y abierta como un mar
Hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles
como en abrile el campo se inflama de pasión.
Bajo el influjo próvido de espirituales lluvias
del alma está brotando florestas de ilusión.
Y hay días en que somos ¡tan plácidos, tan plácidos!
niñéz en el crepúsculo, lagunas de zafir.
Que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza
y hasta las propias penas nos hacen sonreir
Hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos
como la entraña oscura de oscuro pdernal
la noche nos sorprende con sus profusas lámparas
en rútilas monedas, tasando el bien y el mal
Hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres
como en las noches lúgubres, el canto del pinar
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo
¡Y acaso ni Dios mismo, nos pueda consolar!
Hay días en que sómos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer.
tan ceñir un talle y acariciar un seno
la redondez de un fruto, nos vuelve a estremecer
Más, hay también ¡Oh tierra! un día, un día
en que levamos anclas para jamás volver.
Un día en que discurren vientos ineluctabhles,
¡Un día en que ya nadie nos puede detener!
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